Dormitorios Chicos Slytherin

Seguro que sí. Contárselo a todo el mundo era la mejor forma de cuidar el huevo. Ya que estaban ¿por qué no lo paseaban por un centro comercial de esos de muggles? Esa noche se acostó algo molesto con su compañero, junto al huevo de serpiente.

Joel: *Se desplomó sobre su cama mientras seguía dándole vueltas a la cabeza. ¿Qué le pasaría hoy a Adrian? ¿Y si era... culpa suya? Se mordió el labio inferior mientras rumiaba estos pensamientos. Por algún extraño motivo, la idea de que Adrian no volviera a hablarle nunca jamás se le hacía insoportable.*

Adrian volvió algo después a la habitación. Sin separarse de su preciado huevo buscó en su baúl algunas notas sobre hechizos de calor. Algo que crease un nuevo clima para una zona pequeña o una habitación le podía servir.

Joel: *Se incorporó ligeramente al oír cómo alguien entraba. Cuando vió de quién se trataba volvió a tumbarse y se quedó en silencio. Tras unos cuantos minutos que parecieron horas dijo:*
-¿Sigues enfadado?

No respondió. Estaba más preocupado por el huevo. Finalmente encontró lo que buscaba. Sacó su varita de la manga de su túnica y convirtió su cama en el lugar más calentito del colegio. Arropó casi cariñosamente al huevo entre sus sábanas mientras los 38ºC ambientales del lecho hacían que una gota de sudor cayera en dirección a su cuello. A ver cómo dormía ahí esa noche... Pero era lo de menos. Su serpiente estaría bien.

Joel: *Aquel silencio era un sí. El joven mago se sentó al borde de la cama y dijo:*
-Escucha Adrian. Yo no quería molestarte tanto. No sé qué es lo que he hecho para que te enfades así conmigo, pero no quiero perder tu amistad por culpa de mi mala memoria. Yo... lo siento.
*Arg, aquellas palabras eran como bilis en su boca. Y sin embargo una cosa era cierta: no quería perder a su mejor amigo por nada del mundo.*

- ¿Qué?
¿Había dicho que lo sentía? ¿Joel?

Joel: -No me hagas repetírtelo, por favor. Con decirlo una única vez he tenido más que suficiente. Tragarse el orgullo y aceptar tus errores no es fácil, ¿vale?

Cerró los ojos y se recolocó las gafas.
- Disculpas aceptadas.
Al menos por esa vez.

Joel: *Se desplomó en la cama suspirando y dijo:*
-Buf, creo que no había pasado tan mal trago desde el exámen final de transformaciones del años pasado.

Una leve sonrisa de satisfacción se formó en sus labios. Ya se sentía con fuerzas de pasar la noche más calurosa de su vida. Había merecido la pena evitarle durante toda la semana solo por hacerle decir eso.

Adrian secó con un pañuelo el sudor de su frente una vez más mientras escribía en un pergamino para terminar cuanto antes su tarea de ese día. A su lado, sobre la almohada descansaba su querido huevo. Sin que Adrian se diera cuenta, una pequeña cabecita comenzaba a golpear la delgada cáscara del huevo, tratando de abrirse paso al exterior.

Joel: *¿Y ese ruidito? Levantó la cabeza del libro que estaba leyendo hacia la cama de su compañero y dijo:*
-Adrian, trae las toallas y el agua caliente. Creo que el huevo está eclosionanado.

Ya, claro, como si no fuera a darse cuenta de... ¡El huevo! El pergamino, el tintero y su pluma cayeron al suelo emborronándose y manchándolo todo pero no le importó. Adrian colocó el huevo en medio de su almohada y se quedó mirándolo. Le parecía poder ver algo... sí, algo estaba empujando la parte superior. Iba a nacer en cuestión de minutos.

Joel: *Al ver la reacción de Adrian sonrió y dijo:*
-Relaja, "mami". ¿Quieres que llamemos a una comadrona? ¿Crees que tendrá tus ojos o los míos? ¡Oh, la incertidumbre me matará!
*Tras decir esto, comenzó a reírse entre dientes.*

Estúpido... Adrian fingió ignorarle por completo. Era un momento importante. Su propia mascota XXXX. Cuando veía a otros alumnos con sus gatos o sus lechuzas no podía dejar de pensar en lo bulgar que era una mascota así... pero eso iba a ser perfecto.

Joel: *Cuando la serpiente asomó una de sus tres cabezas, Joel dejó de reírse para prestarle atención. Susurró:*
-¿Sabes ya los cuidados mínimos que necesita?

La duda casi ofendía pero no iba a ponerse a discutir. El primer par de ojos asomaba ya al exterior. Parecía mentira que esa cosa enana y blanducha fuera a terminar siendo una temible serpiente como la que era ya en su interior.
- Sí.

Joel: -Entonces me intuyo que te vas a encargar tú de ella, ¿no? ¿Te la quedarás o podremos metérsela a Mc.Gonnagall en el cajón de su ropa interior cuando haya crecido?

- Es una criatura demasiado valiosa para una chorrada como esa.
Poco a poco una segunda cabeza se abría paso junto a la primera, haciendo más grande el orificio de salida.

Joel: *Suspiró y dijo:*
-Como quieras.
*¿Cuándo había dejado que Adrian lfuera el que diera las órdenes? Bueno, no era una orden. Símplemente era una serpiente de tres cabezas con la que Adrian se había encariñado y que no quería enterrar en un montón de bragas de profesora. Un escalofrío recorrió su espalda. Pobre serpiente. Ciertamente, nadie se merecía ese destino.*

El segundo par de ojos había salido al mundo. Su almohada empezaba a estar llena de un viscoso y transparente fluido en el que ese bicho había estado viviendo... o algo parecido. Sabía perfectamente qué iban a pensar sus compañeros y la broma que haría Joel cuando el momento nacimiento hubiera terminado... pero le daba igual. La tercera de las cabezas comenzaba a asomar.
- Tráele comida.
Dudaba mucho que fuera a comerse las grageas que iba picoteando cuando hacía los deberes.

Joel: -Tráesela tú, a mí no me das órdenes. Además, ni siquiera sé lo que come esa cosa.

Hmf... Ya volvía a ser el de siempre. Ni que fuera tan complicado imaginar qué comía una serpiente. Lo complicado era pensar cómo dárselo a una serpiente tan pequeñaja. No esperaba que naciera midiendo dos metros pero... parecía una culebrilla de río. Naranja y negra, pero una culebrilla de río.

Joel: -¿Y si pruebas a darle insectos o trocitos de carne con una pinza? A lo mejor eso le gusta.